En lo cotidiano, en lo que parece normal y sano, podemos encontrar formas inconscientes o consientes de ejercer o legitimar algún tipo de violencia contra la otra/o y nosotras/os mismas/os.
Por Jhon Mario Marín Dávila

Ilustración: Víctor Camilo Cuartas
En las familias y los colegios, una de las formas de educar a las niñas y niños es por medio de las canciones, pues estas les ayudan a memorizar palabras, ritmos y a desarrollar psicomotricidad e incorporar algunos “valores” propios de la cultura, entre otras. La psicóloga Dayana Parra comenta que “las canciones infantiles son pegajosas y fáciles de aprender, por lo que resultan de interés y entretenidas para las niñas y niños. Aun así, no todas las canciones infantiles tienen buenos mensajes; algunas tienen contenidos violentos. Por lo general, las niñas y los niños aprenden por imitación y repetición, por lo que repetir estos mensajes misóginos, violentos, abusivos, etc., puede crear una normalización de las situaciones”.
Según Dayana Parra, es importante hacerse conscientes de las canciones que escuchan las niñas y los niños para identificar cuáles son sus referentes, puesto que de estas también toman valores, antivalores, enseñanzas positivas o negativas, conductas y acciones, mucho más cuando el contenido es tan explícito. “Conocer esos contenidos y ser conscientes de lo influyentes que pueden ser para la vida de las niñas y los niños, puede ayudar a generar acciones de prevención para el consumo de estas canciones”.
En este texto pondremos en evidencia una canción que habla de la guerra y otra que normaliza la violencia contra la mujer. Son canciones que se han enseñado por muchos años en Colombia a millones de niñas y niños, que hoy en día se cantan con normalidad y que por más que pasan los años siguen en la memoria.
Mambrú se fue a la guerra
Mambrú se fue a la guerra nace en 1709 en Francia, con el propósito de burlar al duque John Churchill, quien se cree muerto cuando va a enfrentar la guerra de Malplaquet. Esta burla es desde entonces y hasta hoy la burla contra muchas personas que van obligados a la guerra con la esperanza de volver, pero va trascurriendo el tiempo y las fechas se van posponiendo para su regreso o visita a sus casas, algunos no vuelven a sus hogares, sino que solo llega la noticia de que ha muerto, y el entierro termina siendo un “homenaje” como si fuera un “héroe”. Al final, la canción menciona que mientras cantan los pájaros, simbolizan la tristeza que sienten y quedan en los seres queridos.
Esta canción termina siendo cantada y normalizada en Colombia como una canción infantil, al compás de una marcha militar, haciéndoles ver a los y las niñas la guerra como algo normal, cuando esta de ninguna forma debe ser naturalizada. Y es que, hablando de la niñez, solo en Colombia, en el informe de la Comisión de la Verdad, Hay Futuro Si Hay Verdad, en su capítulo No Es Un Mal Menor: Niños, Niñas y Adolescentes en el conflicto armado, se menciona que “de 1985 a 2018, 64.084 niñas, niños y adolescentes perdieron la vida por el conflicto; de 1985 a 2016, 28.192 fueron desaparecidos de manera forzada; de 1990 a 2018 6.496 sufrieron secuestro; de 1990 a 2017, 16.238 fueron reclutados por grupos armados y de 1985 a 2019, 3.049.527 fueron víctimas de desplazamiento forzado”.
Estas cifras, que son “aproximaciones” a los estragos de la guerra en la niñez, no deben ser ignoradas, olvidadas ni mucho menos naturalizadas. En este sentido, muchas organizaciones sociales, colectivos, colectivas, ONGS e instituciones hacen campañas para que las familias o docentes no enseñen estas canciones a las niñas y niños ni insistan en ver la guerra como algo normal. Una de estas campañas es “Mambrú no va a la guerra”. Allí se hacen talleres de prevención donde la niñez y las familias aprenden cómo identificar prácticas de la guerra, qué hacer en caso de sufrir violencias o de naturalizar la guerra, a dónde dirigirse. También intentan un cambio en las canciones con las que han crecido los niños para posicionar otro mensaje, como lo hace el grupo de Radialistas Apasionadas y Apasionados:
Mambrú no va a la guerra
Chibirín, chibirín, chin chín
Mambrú no va a la guerra
Él quiere ir a estudiar,
a jugar y cantar,
quiere vivir en paz.
Don Federico mató a su mujer
Esta canción narra cómo Federico mata a la mujer con quien tiene una relación, la hace picadillos, la pone en el sartén para luego comérsela y no dejar evidencia, mientras que la gente que pasaba por su casa olía la carne humana. La canción continúa hablando de varios sucesos que acontecen en el intento de Federico para casarse de nuevo. En Colombia las niñas y los niños cantan el primer párrafo de esta canción, mientras lo conjugan con el juego de chocar las manos como si fuera algo muy gracioso.
El patriarcado tiene múltiples elementos pedagógicos para posicionarse, las canciones, en este caso infantiles, como la mencionada anteriormente, naturalizan el feminicidio como si fuera una práctica común y corriente. Trayendo los datos de feminicidios de los últimos 5 años en Colombia, según el Observatorio de Feminicidios de Colombia, del año 2018 a 2022 fueron registrados 3.111 feminicidios, (2018: 666, 2019: 574, 2020: 630 de las cuales 55 menores de 18 años, 2021: 622 de las cuales 55 mujeres menores de 18 años, 2022: 619 de las cuales 50 mujeres menores de 18 años) y en el año 2023, al 28 de febrero ya iban 92 feminicidios.
Este panorama aterrador, con datos aproximados de los feminicidios en Colombia, es una alerta para eliminar estas pedagogías patriarcales. En este sentido, existen organizaciones sociales, colectivas, ONGS, instituciones estatales que tienen como propósito denunciar y hacer pedagogías para que esto no siga sucediendo y se elimine la violencia contra la mujer, con observatorios, círculos de palabra, redes de protección, métodos pedagógicos, arte, entre otras. Un ejemplo de transformación de estas acciones es el del movimiento de mujeres, que denuncia el contenido de la canción Don Federico y hace la siguiente versión:
Don Federico mató a su mujer
es un feminicida machista también
la gente que pasaba nunca decía nada
no queremos más Federico.
Un llamado
«A las familias, madres, padres y/o cuidadores, les diría que se tomen el tiempo de conocer, interpretar y reflexionar sobre las canciones que la niñez escucha, cuestionarse ¿Qué les enseña?, ¿Quiero que ellas o ellos repliquen este contenido? Preguntarse, no quedarse con el ritmo pegajoso, sino empezar a prestar atención a lo que ellos escuchan y cantan”, comenta Dayana Parra.
La niñez no es el futuro, es el ahora. Por esto, se debe empezar a preguntar cómo, desde prácticas sencillas, promovemos la guerra, el patriarcado, el colonialismos, el capitalismo y cómo estas canciones instauran en las niñas y niños la violencia que conlleva a perder la humanidad, y hacen que no les importe el ser y la otredad. Así podemos denunciar y proponer nuevas formas, donde, desde los primeros años de vida, las niñas y los niños aprendan el respeto y cuidado a las/los otros, la importancia y responsabilidad que tiene la palabra y, sobre todo, no se siga replicando o enseñando la violencia.