El Tusi, mejor conocido como polvito rosado

Por Víctor Andrés Muñoz Marín

Fotos: Imágenes de referencia

Contexto

El 2C- B es una feniletilamina psicodélica derivada de las anfetaminas. Es similar al LSD y al éxtasis (MDMA), fue inventada y sintetizada en 1974 por el químico farmacéutico Alexander Shulgin, y es capaz de alterar el estado de ánimo, distorsionar la realidad y provocar inquietud en el cuerpo de quien lo consume.

Fue denominada como Nexus en los 90s, y estuvo en ebullición en las discotecas y clubs de música electrónica en Europa y Estados Unidos. Llegó a Colombia a finales de los 2000s traída por traficantes europeos, y es vendida en tabletas orales en las discotecas más prestigiosas de las ciudades de Colombia. A esta droga sintética se le ha conocido como traba de élite.

En Medellín, tratando de imitar esta fórmula química y buscando generar una sensación similar, se terminó por crear un coctel de sustancias sintéticas, conocida como Tusi. Desde 2014 está de auge en la ciudad, representando un fenómeno que causa adicción tanto en jóvenes como en menores de edad, convirtiéndose en un problema de salud pública, dado el deterioro de salud física y mental de quienes lo consumen.

El Tusi o polvito rosado

Es una droga sintética, de color rosa, morada o amarilla, dependiendo del color de la anilina que se ponga a la hora de prepararla. Está compuesta por ketamina (analgésico veterinario), éxtasis (principal componente que suele ser adulterado en Colombia), fentanilo (responsable de gran parte de muertes por sobredosis y prohibido en Estados Unidos desde el 2001), clonazepam (medicamento psiquiátrico), cafeína, y en algunas ocasiones contienen heroína. Es preparado en cocinas caseras, demora tan solo una hora y apnas se necesita un sartén, un fogón y una cuchara.

88, joven de uno de los barrios populares de Medellín, quien tuvo la experiencia de preparar y distribuir Tusi, sostiene que “se consiguen distribuidores por redes sociales. Una vez obtenidos los materiales, se entremezclan y su preparación se basa en la proporción de cada quien, depende del gusto”. Al estilo Dealers, mundo de complejos códigos y conductas difíciles de descifrar, son distribuidores de todo tipo de productos contactados por redes sociales.

Esta sustancia es aspirada como la cocaína, con palas artesanales que contiene símbolos como duendes, calaveras, armas, marcianos, para atraer a los adolescentes y jóvenes; Es vendida en algunas licoreras, barberías y locales donde se hacen tatuajes y perforaciones.

Preparación y distribución

La investigación que realizó el periódico El Espectador sobre el Tusi en Medellín, determinó que, para tener la receta de este coctel de drogas, se debe pagar un precio de 12 millones de pesos a las estructuras que controlan el microtráfico, como la Oficina del Valle de Aburrá, a las que, además, mensualmente, se les deben depositar 500 mil pesos de vacuna para su distribución.

88 asegura que “la autorización para su expendido debe de ser con los manes de la vuelta para vender en algunas fiestas. Y de la venta de esta sustancia se debe sacar un porcentaje para ellos, lo restante es la ganancia personal. Y si el trabajo es directamente para la vuelta, piden unas cantidades específicas para su distribución en plazas de vicio de Medellín. Un dato: en mi barrio y muchos barrios de Medellín, el microtráfico es controlado desde la cárcel”.

Es vendido en bolsas de ziploc, que contienen entre 1 y 3 gramos. Su valor varía entre 60.000 y 120.000 pesos, depende del sector. En España cuesta alrededor de 100 euros. 88 amplia la diversidad de los costos, afirmando que “el precio es según la presentación: la más pequeña se llama manilla y cuesta alrededor de 25 y 30 mil pesos; el punto, que es un poco más grande, vale entre 40 mil y 70 mil pesos; y el bolsón puede valer desde 100 mil pesos, incluso hay presentaciones que pueden llegar a dos millones de pesos o más, dependiendo del presupuesto de la persona consumidora”. Quienes venden sin autorización en primera instancia, son golpeados y amenazados con exigencia de pagar una multa económica, y en caso de recurrencia pueden pagar con sus propias vidas.

¿Quiénes lo consumen?

Quienes mayormente consumen son adolescentes y jóvenes, que, buscando una identidad y ser aceptados, se dejan llevar por modas y estereotipos. El Espectador evidenció que en las periferias de las ciudades existen fiestas clandestinas que cobran a $15.000 pesos la entrada. En estas fiestas se pueden observar a menores desde los 11 años combinando Tusi con música electrónica, sexo y otras drogas como el perico y clonazepam.

“Es común en los adolescentes por ser de moda. La sociedad se deja llevar mucho por estereotipos. Los lugares de mayor consumo son las fiestas de guaracha, de electrónica y tecno. Fiestas clandestinas en los barrios populares de Medellín”, afirma 88.

Estás prácticas clandestinas son operadas por la estructura de la Oficina del Valle de Aburrá, donde promueven un ritual de ocio de destrucción masiva contra los menores de edad en la ciudad, tratando de reproducir el modelo europeo y norteamericano. Captan los intereses y gustos de las, los adolescentes y jóvenes, poniendo a disposición lugares con venta de sustancias psicoactivas, alcohol y géneros musicales como la electrónica y la guaracha.

Algunos efectos del Tusi

Euforia, felicidad, tristeza, desorientación, taquicardia, sensación de embriaguez, relajación muscular, estimulación, ansiedad, pánico, poca coordinación motriz, convulsiones, alucinaciones, náuseas, sangrado, alteración del espacio y el tiempo y depresión del sistema nervioso. Estas son algunas de las sensaciones y efectos del Tusi durante su consumo.

Este fenómeno se relaciona con el tipo de vínculos que establecen las, los adolescentes y jóvenes en los diversos espacios que frecuentan. Vínculos basados en la obtención del poder y el placer, promovidos desde los 80s por la cultura del narcotráfico, reforzada en los 90s con el auge del paramilitarismo y por el consumismo y la idolatría de la mercancía.

Esta problemática es otro síntoma del deterioro en las relaciones sociales, dado el individualismo del que se nutren y promueven las estructuras delincuenciales que ponen sus intereses económicos y de poder por encima del bienestar de la juventud. “Es un mal para todo. En mi momento lo utilicé para un bien económico en sí, pero esta es la peor droga que está circulando en la ciudad, si no le ponen un alto va acabar con todos”, concluye 88.

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