Por: Natalí Hernández Ciro

Imagen tomada de co.boell.org
Seguramente, en los recuerdos de la infancia de muchos colombianos hay un río, en cierta medida salvaje, vivo, en el que se bañaban con sus amigos o en cuya orilla compartían un almuerzo en familia. Un lujo que mucha gente que ha crecido en una ciudad ni se sueña.
Además de ese valor recreacional y cultural de los ríos, estos nos proveen una serie de elementos fundamentales para nuestra subsistencia, tales como el agua para el consumo y para la agricultura. Los ríos y sus llanuras aluviales proveen servicios ecosistémicos, es decir, el resultado de un conjunto de procesos ecológicos que permiten la vida humana y que proveen beneficios, en términos de salud, de bienestar o económicos.
La llanura aluvial es el área que se inunda y que recibe los aportes sedimentarios durante las crecientes de un río. Las dinámicas de una llanura aluvial son fuertemente modificadas por la canalización de los ríos o por la construcción de represas. Esto puede resultar en la alteración de las dinámicas de inundación o en la pérdida de la conectividad hidrológica del río con su llanura aluvial. El problema es que las llanuras aluviales son esenciales para el funcionamiento ecológico del río, pues proveen una variedad de hábitats que los convierten en un hotspot de la biodiversidad, además de proveer un hábitat propicio para la reproducción de los peces y el crecimiento de los peces jóvenes. Finalmente, estas contribuyen a la capacidad de auto-purificación del agua y a la retención de nutrientes (servicios ecosistémicos).
Un ejemplo del rol crítico de las llanuras aluviales es el caso del río Mississippi. El uso extensivo de fertilizantes ha llevado a que el Mississippi descargue en el golfo de México grandes cantidades de nitrógeno y fósforo, lo que promueve la proliferación de algas que consumen gran parte del oxígeno disuelto en el agua y, por tanto, generan una zona muerta, donde los peces, por ejemplo, no pueden sobrevivir. Una de las estrategias de restauración que es desarrollada hoy en día es recuperar conectividad del Mississippi con su llanura aluvial, lo que favorecería la retención de esos nutrientes a lo largo del recorrido del río y mitigaría su descarga en el océano.
La construcción de centrales hidroeléctricas es otra amenaza a la provisión de dichos servicios ecosistémicos. Notablemente, su construcción conduce a la pérdida de la conectividad longitudinal (río arriba-río abajo), y lateral del río (con la llanura aluvial), cambios en el caudal y reducción del transporte de sedimentos río abajo. En especial, estas centrales representan un obstáculo a la migración de los peces, un hecho que está muy bien documentado en la literatura científica por estudios realizados en muchos ríos del mundo, mostrando incluso que los sistemas de pasajes para peces que son construidos son ineficaces. Lo otro que está documentado es que su construcción conduce a la pérdida de servicios ecosistémicos tales como el almacenamiento del carbono, la provisión de suelos fértiles para la agricultura y de hábitat para los peces.
El seguimiento a las consecuencias de la construcción de estas centrales hidroeléctricas en las pesquerías, y en los servicios ecosistémicos en varios lugares del mundo ha conducido a realizar proyectos de restauración, como por ejemplo del río Elwha en Estados Unidos. En este río, la restauración fue motivada, entre otras razones, para permitir la migración de los salmones, los cuales constituyen una fuente de alimento para las poblaciones nativas, además de constituir un eslabón fundamental en las cadenas tróficas. Adicionalmente, hay numerosos proyectos de restauración de ríos alrededor del mundo, en China, Estados Unidos, o por ejemplo ciertas iniciativas para recuperar la conectividad de los ríos con sus llanuras aluviales que implican desmantelar antiguas centrales hidroeléctricas y represas, tales como el proyecto Dam Removal Europe (https://damremoval.eu/). Estos costosísimos proyectos de restauración (351 millones de dólares en el caso del río Elwha) lo que buscan en últimas es recuperar los servicios ecosistémicos, tales como la capacidad de retención en la llanura aluvial de nutrientes y de contaminantes, toxinas que podrían llegar al río y acabar con la biodiversidad.
En el caso de la restauración de los ríos en Europa, una dimensión que está completamente ausente de la discusión es la de los pescadores, al menos si estamos hablando de la pesca de subsistencia. A diferencia de lo que ocurre en estos países, en Colombia hay 300.000 pescadores, según la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (AUNAP). Esto quiere decir que la pesca juega un rol fundamental en la soberanía alimentaria, sin tener en cuenta las familias, las cadenas de comercialización y los consumidores. Por no hablar de que los conocimientos y las técnicas asociadas a la pesca artesanal en el río Magdalena han sido declarados como patrimonio cultural inmaterial de la nación.
Todo esto para decir que nuestra situación es mucho más crítica en términos de la biodiversidad que albergan nuestros ríos, la vida de los pescadores y el hecho de que nuestra discusión hoy es conservar y no restaurar. Es decir, nosotros todavía no hemos construido las hidroeléctricas y tenemos la posibilidad de, al menos, estudiar los casos de estos países para planear de manera más sostenible y responsable su construcción.
Con base en las experiencias de los países que hoy están teniendo que remover las represas y “restaurar” los sistemas fluviales, lo que uno se pregunta es cuánto nos va a costar construir estas centrales hidroeléctricas. No solo en términos de lo que cuesta desmantelarlas y restaurar, sino en términos del patrimonio cultural que estamos perdiendo y de la destrucción de la vida de los pueblos que giran en torno al río. Lo otro que me pregunto es en qué medida se está haciendo un estudio riguroso de la pérdida de servicios ecosistémicos asociados a los ríos y sus llanuras aluviales al momento de planear estas centrales hidroeléctricas. Todo esto, sabiendo que cuantificar en términos de dinero el valor de los servicios ecosistémicos sigue siendo un reto. Claramente, no podemos asumir que la construcción de estas centrales hidroeléctricas tendrá las mismas consecuencias en el contexto tropical, pero podemos aprender de las experiencias de otros países y no cometer los mismos errores. Es decir, el conocimiento que hemos acumulado hasta hoy acerca de las consecuencias tangibles de la construcción de centrales hidroeléctricas para la biodiversidad y para la gente no es el mismo que teníamos en el siglo XIX, cuando estas se empezaron a construir.