Por José Agudelo

En la foto: Agbogbloshie, un barrio en el centro de Acra, la capital de Ghana, Tomada de Wikimedia Commons
En un capítulo de la primera temporada de la serie Futurama se nos muestra como la humanidad en el siglo XXI había acumulado gran parte de los residuos materiales de La Tierra, reuniéndolos en una bola sobre un gran cohete dirigido hacia el espacio exterior. La trama del episodio trata sobre cómo esta bola de basura lanzada al espacio amenaza con volver mil años después al planeta y afectarlo catastróficamente. Muchas veces las series animadas se toman como un producto cómico y se suelen infantilizar. Pero Futurama es una serie ampliamente satírica de las decisiones políticas de inicios de siglo en Estados Unidos, por lo que algo de verdad tiene el episodio.
La forma en la que se está tratando el reciclaje y el manejo de residuos es alarmante. Ya desde hace varios años los países de la Unión Europea y Estados Unidos exportan residuos plásticos a plantas de tratamiento en países del tercer mundo en Asia, África y América Latina. Desde la pandemia del covid-19, la importación de estos residuos ha llegado a duplicarse en varios países, lo que presenta un riesgo, ya que en varios de ellos no se cuenta con la infraestructura suficiente para manejar una mayor cantidad de residuos. Esto amenaza la posibilidad de que las plantas de tratamiento puedan operar con eficacia, y hace que los vertederos en países del sur global se amplíen con desechos no biodegradables y sin posibilidad de tratamiento.
Ya en la Unión Europea se están creando políticas para limitar la exportación de residuos plásticos y que se impulse el tratamiento y reciclaje de estos en los países exportadores. Esto también se debe a que, en los países del tercer mundo, como Malasia, México, Turquía, entre otros, no se cuentan con medidas laborales seguras, y los métodos de tratamiento más que ayudar a un sostenimiento ecológico contribuyen a lo contrario. Muestra de esto es que varios trabajadores en estas plantas de tratamiento no cuentan con los implementos de seguridad y su salud está en riesgo al inhalar gases tóxicos que se desprenden del plástico en los procesos que buscan reciclarlo. No es posible pensar una sostenibilidad ecológica si es a costa del deterioro físico y territorial de varios miles de personas.
Pero todo esto se debe a la relación que entablan las sociedades con sus desechos. Es importante marcar la diferencia entre el episodio de Futurama y la situación actual. En el episodio animado se busca frenar el cambio climático lanzando la basura al espacio, así sin más. Pero en la situación global y actual no se trata meramente de ocultar la basura bajo la alfombra o buscar una forma de deshacerse simplemente de ella. Todas estas exportaciones e importaciones tienen propósitos económicos. La misma ONU promociona los millones de toneladas de residuos plásticos y de desechos electrónicos como una oportunidad comercial para el tratamiento, reciclaje y venta de material reciclado en el mercado. Los mismos desechos se presentan y se venden como una especie de materia prima, y se vende también la idea de que es una oportunidad, para el tercer mundo, de entrar en las vías del desarrollo. Pero la consecuencia es que países que a duras penas tienen la infraestructura para lidiar con sus desechos terminan con basureros que cubren barrios enteros por albergar los desechos del norte global. Hay barrios que se ubican en montañas de desechos. Uno de estos es Agbogbloshie, un barrio en el centro de Acra, la capital de Ghana. Los desechos
pasan los puertos al ser calificados como mercancía de segunda mano, para terminar en varios lugares del país, aunque la mayoría terminan en este barrio. Sus calles están repletas de plástico y gente de varios lugares viene a reclamar oficios en la quema o transporte de desechos. Este caso refleja cómo la imposibilidad de lidiar con los desechos extranjeros conlleva a que haya espacios extensos donde la basura termina, sin ningún tratamiento, afectando las fuentes hídricas y el suelo.
Todo este problema muestra que no es el mero reciclaje lo que puede ayudar a frenar los efectos del cambio climático. El mismo reciclaje se presenta como un negocio lucrativo, pero la forma en que se organiza solo hace que unos pocos países puedan tener un buen tratamiento de residuos, y eso de manera limitada, puesto que el resto de residuos terminan siendo exportados a países que tienen escasos medios para el reciclaje. La alternativa está en regular la producción de plástico y componentes electrónicos. Esto puede implicar un cambio brusco en la manera en que se desarrolla no solo la industria y el comercio, sino también la vida cotidiana. Muchas de las cosas que usamos son plásticos de un solo uso y terminan ampliando los vertederos que no hacen un tratamiento adecuado. Que se implementen otras alternativas al plástico de un solo uso como el vidrio, el aluminio o el papel, lograría hacer el reciclaje de residuos más efectivo y se podría tener una mejor sostenibilidad. Así mismo es importante regular la exportación de residuos, preferiblemente buscar su prohibición.
El reciclaje se tiene que abordar desde un nivel general y realista: el plástico nos ha tomado la ventaja, no se puede producir más si no podemos tratar y lidiar con el que ya existe. Si las estrategias de reciclaje no tienen en cuenta estos factores, fácilmente es un negocio más dentro del gran mercado que solo valoriza el valor al infinito, a costa del detrimento de las condiciones de vida del planeta. A diferencia de Futurama, no se trata de que la basura estuvo ausente; siempre estuvo presente y ahora vemos los estragos fruto de un sistema de producción absurdo. No es posible volver a una situación sin estos desechos, pero es posible frenar la producción de estos encaminando la práctica colectiva e individual a nuevas formas de relacionarnos social y cotidianamente con las cosas, no solo con los productos, también con los desechos.