Memoria de un pasado presente
Por Carlos Arturo Restrepo

Ilustraciones: Nube Voladora
¿Cómo se dejó convencer? Eso es lo que se pregunta ahora después varios años de haberse embarcado en aquella aventura de mujer adulta a destiempo. ¿Cómo no escuchó sobre lo violento y machista que ha sido José Luis? Su misma mamá se lo ha expresado miles de veces: a ese muchacho no le dura ninguna, a todas les pega y trata como animales.
Reciba mi consejo, váyase mijita antes de que sea peor; en una locura de esas que le dan a ese muchacho es capaz de matarla. ¡Qué puedo hacer yo para que José Luis me haga caso! Si usted misma ve cómo me trata de mal, cómo me humilla. Si a ese muchacho le da por dejarme, yo qué hago, es al único que tengo y yo no sabría cómo trabajar en ninguna parte. Es mi hijo, pero la única forma que tengo para librarla de una tragedia es ayudarla a que se vaya lo más lejos que pueda. Eso sí, no puede dejar que ese muchacho se dé cuenta que usted se va a ir, y menos que sepa para dónde se va.
A la señora de la tienda le hierve la sangre de impotencia cuando ve los moretones y la cara de congoja y se imagina los malos tratos que le da su marido. Y la pobre sola, sin nadie a quién acudir en este pueblo.
Apenas la vio tan aporreada no la dejó regresar a su casa: usted no vuelve allá, quédese aquí quieta, yo me encargo enseguida de reclamar sus cositas antes de que regrese ese desgraciado. Aquí no hay forma de acudir a ninguna autoridad porque usted es una desconocida y quién sabe qué puede pasar; en este pueblo nadie es de confianza y todo forastero es sospechoso.
La Brigada No. 18 del Ejército invadió las instalaciones universitarias del municipio hace más de diez años, y con las masacres del Aro y la Granja tienen aterrorizados a los habitantes. Las Convivir, las redes de informantes, han roto las relaciones de confianza y solidaridad campesinas, todos desconfiamos de todos, por cercanos que seamos. Tenemos el rostro tatuado con el terror y el miedo; en el pueblo se sabe que el Ejército patrulla con paramilitares para matar campesinos, los cuales son calificados como “auxiliadores de la guerrilla”. Se sabe que el Ejército elude los enfrentamientos con la guerrilla; el gobierno le exige resultados y los militares acuden a los falsos positivos para lograr bonificaciones, permisos, y adquirir reconocimiento de sus jefes, expropiando y desplazando a los sobrevivientes. El soldado que no obedezca o cuestione las órdenes contra las personas inocentes o contra personas desarmadas es trasladado o retirado del servicio. Se entiende que todo el aparato del Estado, armado y desarmado, considera que somos sospechosos de ser revoltosos, guerrilleros.
Todo esto se lo cuenta doña Blanca a la Juanita. Desde que la conoció, el mismo día que llegó a su tienda, le brindó afecto y una familiaridad especial. Ella conocía bien a los vecinos donde había llegado Juanita y presentía la vida que iba a tener con ese atarbán; todas las niñas que ha llevado a vivir a esa casa, tres con ella, han recibido malos tratos y no han aguantado.
La vida es tensa, salir a la calle es arriesgase a que se lo lleven y lo desaparezcan, y más si es desconocido; los soldados pasan trotando y cantando a la guerra contra la guerrilla, saludan a los paramilitares que están sentados al lado de la calle; algunos soldados pasan con pasa montañas, solo se les ven los ojos
El militar la abordó cuando, por casualidad, salió a la tienda. Quiso hablarle, pero ella lo ignoró y se escurrió pronto para dentro de la casa.
Doña Blanca le cuenta cada que el soldado profesional pasa y mira hacia la tienda hasta que se resolvió y le preguntó si era posible conversarle a la niña. Él cree que es de la familia y no pierde oportunidad para preguntarle. Pero Juanita no muestra ningún interés en conocer al militar; su vida ha perdido sentido, no cree estar en capacidad para volver a enamorarse o sostener ninguna relación con nadie. Cuando estaba en su vereda de origen, los militares también buscaban a las jovencitas para enamorarlas; uno ya sabe qué es lo que buscan. Pero la relación con los que están en cualquier bando es colocarse una soga en el cuello, le añade doña Blanca en su argumento. Cada una manifiesta sus temores y coinciden en lo peligroso que las personas del pueblo lo vean hablando con ella.
Orgulloso de su invencible indumentaria, que lo agiganta y le permite crecerse ante el común de la población, como un superhéroe, está convencido que cualquier mujer estará orgullosa de sentirse seducida por él. Sus pensamientos están preñados de optimismo. Sabe que la niña no tiene por qué conocerlo y diferenciarlo de sus compañeros, que ojalá no la cojan antes. Es una niña muy linda, apenas formadita, humilde, seria, no la había visto en el pueblo; está seguro que la hará suya, no tiene argumento para no aceptarlo, apenas con veinte años, con buen sueldo, todo un rambo, tiene buen sentido del humor; ¿qué más puede pedir una campesina?
Ante las insistencias del soldado, doña Blanca y Juanita acuerdan aceptar que el soldado venga a verla en la casa, sin uniforme, con ropa de civil, entrando por la tienda con la mayor discreción; consideran que el soldado podría darle seguridad ante la vulnerabilidad en que se encuentra con su anterior marido. Juanita encuentra una esperanza para poder salir de ese infierno y regresar a su pueblo, a la casa, a su familia.
Y mientras el militar le echa la carreta esperada, la de siempre, ella trata de encontrar en ese rostro, en su expresión, en sus gestos, alguna señal que desdiga lo que no tiene duda que es por lo que pasa en su pueblo y se ve que pasa aquí. Cómo ser capaz de matar los hace sentir superiores “más hombres”. El busca no mirarla de frente y evita encontrarse esos ojos ávidos de leerlo, de estudiarlo. Sin reparos, y como lo acordó con doña Blanca, ella le cuenta la historia del muchacho con quien se vino a vivir y lo pronto que tuvo que abandonarlo y el peligro en que se encuentra.
Pronto el militar le propone la solución: solo sería esperar una comisión que le permita una bonificación en pesos y unos buenos días de licencia.
El profesional del Ejército está convencido de poder ser el salvador de Juanita y haber logrado más fácil de lo pensado a una hermosa joven que llevaría a la primera oportunidad a presentarla a su familia. Juanita solo necesita que le cumpla, llevándola a su pueblito. Él no le gusta para nada y saber que trabaja matando gente inocente y desarmada la llena de pánico.
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Pasaron siete años de insistentes llamadas e invitaciones, nunca quiso tener un hijo con el soldado profesional y ahora se queja no del embarazo sino de haber sido preñada por él.