Por Rubén Darío Zapata

Foto: Archivo
El oriente antioqueño, tierra de enormes riquezas naturales y maravillosos paisajes, ha sido una de las regiones del departamento más golpeadas por el conflicto armado que, además, parece no reponerse. Durante la década del 2000 era común ver a orillas de la autopista Medellín-Bogotá las casas abandonadas, sin techos, sin ventanas ni puertas, y con la vegetación creciendo en su interior como prueba de que sus dueños llevaban muchos años lejos y no habían podido o tal vez ya no querían regresar.
Y eso era solo lo que alcanzaba a verse. Hacia adentro, la realidad era todavía más dramática. Sobre todo, en municipios como Granada, San Carlos y San Luis donde el desplazamiento alcanzó índices cercanos al 95% de la población. Según cuenta Jonathan Cardona, un joven concejal de San Carlos por el movimiento Conciencia Colectiva, este municipio llegó a tener 30 mil habitantes y en lo más crudo del conflicto no quedaban 5 mil. “Hoy las estadísticas del DANE dicen que en el municipio hay 16 mil habitantes”.
Todavía puede verse, por ejemplo, a lado y lado en la carretera entre Granada y San Carlos, muchas casas en ruinas que hablan del abandono por años y permiten adivinar la suerte de sus habitantes y de los que vivían montaña adentro. También se ven extensos potreros limpios, sin cultivos ni ganado alguno. Escasamente, en la mitad del tramo se topan los carros con una recua de mulas, que bloquea el paso mientras son cargadas con madera de pino y eucalipto, la única actividad económica de importancia que se deja ver.
Pero al empezar a entrar al casco urbano del municipio aparecen las casa-fincas de recreo, construidas en una arquitectura que nada tiene qué ver con la vida campesina, casi chalets suizos en medio de fincas soñadas, con céspedes bien cortados, flores bien cuidadas y piscinas atractivas para los visitantes. Todo ello habla un poco del cambio de vocación económica de este municipio ubicado a cuatro horas de Medellín, aunque podría estar a mucho menos, si la carretera desde Granada estuviera pavimentada y en buenas condiciones.
Algo de historia
La desgracia de San Carlos se originó por allá en los años setenta, cuando empezaron a construirse los embalses para las hidroeléctricas. Para entonces San Carlos era un pueblo tranquilo, cuyos habitantes vivían casi exclusivamente de la agricultura en el territorio rural y del comercio en la zona urbana. Pero la vida habría de cambiar para siempre.
Fueron los profesores de colegio, casi todos de la ciudad, los que dieron la alarma de dicho cambio al empezar a renunciar a sus trabajos. Y era que la vida se había hecho invivible en el municipio, con unos precios imposibles para quienes tenían que pagar la alimentación y el hospedaje, después de la llegada masiva de miles de trabajadores foráneos a un municipio que no tenía la capacidad de albergarlos ni se había preparado para eso. Al alza de los precios le siguieron los problemas sociales como la prostitución, drogadicción y delincuencia.
Entonces la gente se organizó y creó el Movimiento Acción Sancarlitana- MAS, para exigirles a los gobiernos (local, regional y nacional) y a las empresas constructoras tomar medidas frente a la situación e invertir en proyectos de salud, educación, servicios públicos y otros que mejoraran la vida de los habitantes. Al poco tiempo la organización fue confrontada por una de las primeras bandas paramilitares del país, paradójicamente autodenominada con las mismas siglas, pero con otro significado: MAS -Muerte a Secuestradores, que había nacido en el Magdalena Medio a partir de una alianza entre narcotraficantes, políticos y fuerzas militares. Muchos de sus líderes fueron asesinados y otros desterrados.
Aun así, este movimiento fue el germen para uno de los primeros alcaldes de elección popular en el país. La arremetida de la seguridad democrática, y antes el Plan Colombia de Pastrana, sin embargo, fue todavía más brutal y se ensañó contra toda forma de organización social y comunitaria, multiplicando de manera infame el destierro.
Actualidad
Hoy San Carlos intenta sacar la cabeza de nuevo. Pero las condiciones son muy complejas. Empezando porque, según cuenta Jonathan, los propios embalses, con sus enormes espejos de agua, terminaron por modificar los microclimas del territorio y así también el uso posible de este. Cambió la humedad de los suelos y sobre todo los niveles de precipitación. San Carlos es hoy uno de los territorios donde más milímetros de agua caen por año. Los climas ya no permiten entonces los mismos niveles de productividad agropecuaria con los que antes contaba este municipio.
Con todo y eso, la principal potencia sigue siendo la agricultura, pero no es una actividad que se proteja y se promueva mucho, pues el turismo ha terminado por concentrar la atención de las administraciones locales y departamentales, sin que importe mucho la vida de los campesinos. Los poquitos que aún insisten en cultivar, se encuentran con que el mal estado de la carretera encarece los fletes y desestimula la producción.
Lo curioso es que, según afirma Pablo Guarín, un líder social de muchas causas en San Carlos, la pavimentación y organización de la carretera hasta Granada se ha concesionado muchas veces desde 2000 y ningún concesionario ha hecho su trabajo completo. Por eso lo que se ve son ligeros tramos pavimentados y largos trayectos que parecen trochas. Incluso se ven obras monumentales como puentes de gran envergadura a medio construir y abandonados a su suerte. Cuando empiezan la pavimentación de un nuevo tramo, el anterior ya está destruido.
“En el año 2000 –explica Guarín– el gobierno nacional asignó 500 millones de pesos, que en ese entonces era mucha plata, para pavimentar esta vía. Pero la guerrilla, que estaba apropiada de esta zona, quiso negociar su parte con el ingeniero de la obra y por eso se quedó parada un buen tiempo. Solo hasta 2011 se hizo un nuevo contrato con la gobernación de Antioquia. Pero la corrupción no ha permitido terminarla. Los contratos los han dejado, en su mayoría, sin terminar”.
Eso puede dar una idea de las oportunidades de los campesinos para continuar con una vida digna después del retorno. Entre otras cosas, como asegura Guarín, los que han retornado son los mayores, los jóvenes ya no ven ninguna oportunidad en el campo, ni en la zona urbana porque tampoco hay condiciones de educación y empleo. Estos campesinos mayores ya no tienen las fuerzas para trabajar la tierra como antes y viven en casas muy deterioradas. Adicionalmente, no existe un sistema de vías terciarias, escasamente caminos de herradura casi abandonados. “En estos días le decía a la alcaldesa que el campesinado en San Carlos sigue estando muy abandonado. Y ella me decía que si alguien vive bueno aquí es el campesino, que no es si no mirar sus casas. Y es que aquí viene gente foránea, compra y se pone a vivir bueno, porque aquí se vive bueno si se tiene plata. Entonces la mayoría se confunde y cree que así es como viven los campesinos”.