En la paleta de la vida existen quienes nacen con la posibilidad de escoger entre la multiplicidad de tonos y colores, otras/otros quienes tienen unas tonalidades más reducidas y aún pueden escoger, pero existen quienes solo tienen dos tonos grises sin posibilidad de elección.
Por Paula Andrea Lainez Soto

Imagen tomado de Pinterest
Las brechas de desigualdad históricas en Colombia han ocasionado que no existan más de dos colores en la paleta de la vida para muchas personas; es decir, que hay quienes, por factores económicos y sociales, se ven inmersos en la violencia para lograr sobrevivir a la complejidad de sus territorios. “Muchos de estos chicos y chicas que entran a los grupos armados no lo hacen por deseo o por querer hacerle daño a la sociedad, sino porque muchas veces las opciones que se ofrecen en los territorios son mínimas”, así lo dice Carlos Ossa, psicólogo de la Universidad de Antioquia y Magister en Educación y Desarrollo Humano, quien desde el 2016 acompaña adolescentes y jóvenes afectados por el reclutamiento infantil.
Según el documento ‘El compromiso con la niñez es YA, Manifiesto de candidatos/as a la presidencia’, entre el 2020 y el 2021 el reclutamiento infantil aumentó un 256%, cifras aterradoras que deberían inquietar a cualquiera, aun cuando la mayoría de habitantes del territorio colombiano ha crecido en medio de la violencia, sea porque de niñas y niños escucharon sobre algún amigo, vecino o familiar “que se metió en cosas raras”, o hubo alguna victima cercana. Lo cierto es que se ha invisibilizado la problemática del reclutamiento infantil por parte de grupos armados, tanto que hoy en día se naturaliza y se vive como si nada estuviese sucediendo en las zonas urbanas y rurales del país.
Sin embargo, hay niñas, niños, adolescentes y jóvenes que hicieron parte de algún grupo armado y cuentan con la oportunidad de acogerse a los distintos programas de reincorporación social que ofrece la ciudad de Medellín y pasar a darse a sí mismos las oportunidades que les han sido negadas desde un principio. “Lo que yo he visto en el trasegar de estos años es que cuando un chico y chica de estos se da la oportunidad y la pueden aprovechar, hay muchos que logran hacer un giro en su vida y pueden expresar todas sus potencialidades porque por fin pueden ser. Entonces se les amplia la paleta de colores”, explica Carlos.
El arte se ha convertido para Carlos en el principal medio de acompañamiento para estos adolescentes y jóvenes en su proceso de reincorporación social, trazando una red de apoyo, escucha y empatía para que logren visibilizar su parte más humana, expresar sus miedos, incertidumbres y sueños. “Utilizar la potencia del arte como lenguaje expresivo, como espacio de representación que permite, no solo desde la palabra, sino desde muchos otros ámbitos, que las personas expresen, representen situaciones y el desarrollo de potencialidades”, enfatiza Carlos. Además del desarrollo de habilidades y potencialidades, Carlos resalta la importancia de la estabilidad económica, la formación académica, la reinserción laboral, entre otras, para que no vuelvan a reincidir en los grupos armados.
Otro de los retos a los que se deben enfrentar estos adolescentes y jóvenes en su proceso es su lugar de procedencia, ya que gran parte de esta población proviene de comunidades indígenas, afros y campesinas cuyas costumbres y creencias son diferentes a las que pueden encontrarse en la ciudad. Los programas de reincorporación social, en muchas ocasiones, no logran dar cuenta al momento de hacer el acompañamiento de la variedad de formas de vivir, pensar y sentir la vida desde los diversos pueblos. “Hay que reconocer que esos chicos y chicas también tienen unos saberes, también tienen unos bagajes, tienen unas experiencias. Entonces creo que es importante también darle un lugar a eso”, dice Carlos.
Las artes plásticas como la pintura, la escritura y el tejido, igual que el teatro, la música e incluso el deporte han permitido que estos menores de edad logren expresar en sí lo que durante tanto tiempo probablemente no lograron explicar con palabras; alcanzan a gestionar aquellas emociones de disgusto, impotencia y frustración que se siente cuando, al iniciar un proyecto, no sale como se desea. Pero también pueden experimentar la satisfacción, alegría y orgullo de ver el fruto de aquello por lo que tanto se esforzaron y creyeron no poder lograr, permitiéndoles sentir que pueden pertenecer a un lugar.
Si bien el acompañamiento de Carlos está enfocado puntualmente en el desarrollo de potencialidades, este se convierte en el primer paso y la base para la reincorporación social de estos chicos y chicas. “La posibilidad de expresar, facilita que estos chicos y chicas desarrollen habilidades que van a necesitar en su vida cotidiana para poder hacer ese proceso de reincorporación social”.
Es por ello que se vuelve indispensable que la sociedad colombiana comprenda que “pasar por la guerra es una experiencia que algunas personas han tenido que afrontar, pero que no necesariamente las define; y cuando salen de ese escenario, su tarea primordial es volver a conectar con su sensibilidad humana y con los talentos que les faciliten volver a hacer parte de la vida civil”, comenta Carlos. Necesitamos una sociedad que se sienta indignada y alarmada frente a los riesgos a los cuales están siendo sometidas las niñas, niños, adolescentes y jóvenes y comenzar a tomar medidas al respecto en las cuales logren ser protegidos y abrazados por la familia extensa como dicen los pueblos afros y comunidades originarias de Abya Yala; es decir, la comunidad.
Estas niñas, niños, adolescentes y jóvenes hoy en día se esfuerzan por ser vistos como personas, como sujetos políticos con capacidades, habilidades y aportes importantes para el país, requieren dejar de ser vistas desde el lugar de excombatiente o desvinculado y pasar a visibilizarse como un ser sintiente, con sueños, anhelos y derechos; merecen ver más de dos colores en la paleta de la vida y vivir las distintas tonalidades que existen entre un rojo muy oscuro y un amarillo muy clarito.