La ilusión, pasión, vocación del ser docente universitario se va desvaneciendo por las condiciones mercantiles, inhumanas de trabajo; desvalorización que ha ido deteriorando y acabando la vocación del enseñar, acompañar, cuestionar, crear conocimiento e inspirar a la y el docente para unos mundos distintos
Por Jhon Mario Marín Dávila

La docencia no solo se puede entender de una manera concreta, esta tiene en su fondo una cantidad de significados, sentimientos y pensares, atravesados por el amor, la pasión, vocación, dedicación, entrega, compromiso, una sed insaciable por conocer, compartir, aprender, guiar los procesos de las y los estudiantes de la mejor manera y tejer conocimientos, que al fin de cuentas termina siendo un estilo de vida.
Para Zoraida, docente universitaria, ser docente significa “aprender todos los días a relacionarnos y a mejorar el mundo que conocemos. Entonces ser docente, es casi que nosotros con el otro construir ese mundo. Yo creo que ser docente es muy chévere porque nos permite tener un poco de lo que nosotros sabemos y trasmitirlo, pero también lo que los otros saben hacer, algo nuevo y construir ese mundo que nos rodea”.
En sus procesos de enseñanza comparten y profundizan los saberes, acompañan, son recursivos, abren puertas a otros “mundos”, se sienten responsables del proceso de cada estudiante, donde cuestionan para construir, deconstruir, reconstruir, reavivar, inspirar, disfrutar para un mundo distinto y digno, sintiéndose privilegiados por aportar y hacer parte de la enseñanza y aprendizaje de las y los estudiantes.
Escuchar a un docente definir lo que es su labor, es como escuchar a un niño o niña cuando comenta alguna experiencia significativa en su vida, pero esta ilusión se empieza a esfumar cuando hacen una pausa y desromantizan su labor, desde lo que hacen las y los docentes universitarios hoy en día en los diferentes campos donde accionan. “El docente ha perdido respeto por parte de la sociedad, que parece ya no admirar a quien enseña; hay una desvalorización de la función del docente”, comenta Carlos, también docente universitario.
Al docente ya no lo respetan y a las universidades ya no les importa aniquilar su amor, pasión y estilo de vida que van perdiendo por las horas extras de trabajo, las múltiples funciones administrativas que descuidan los procesos de enseñanza, los contratos precarios por prestaciones de servicio o por semestre. “Hay asuntos de competencias, hay asuntos del que produce más porque es mercantilizado, o sea si usted produce más artículos le pagan mejor, o está en mejor escala, pues tiene un mejor ranking dentro de los docentes, entonces es un asunto de competencia, de sobrevivencia”, dice Zoraida. Una competencia donde ya no importa el proceso sino el resultado, al punto de que la ambición de producir bastantes artículos, llevan a los docentes a tomar ventajas, a abusar de su poder y poner de coinvestigadores a estudiantes en proyectos de investigación, donde el o la estudiante hacen toda la investigación, realizan el artículo como devolución y el o la docente solo está pendiente de que lo esté haciendo bien; y cuando está listo el artículo lo revisan, organizan los errores y colocan su nombre, quedando como autores o autoras principales.
Las instituciones educativas pasaron de ser un campo de la universalidad del conocimiento a un campo con intereses individuales y mercantiles, donde olvidan que la y el docente es fundamental para el tejido social, económico, político, ambiental y cultural, posicionándolo solo como un objeto que cumple unas funciones administrativas y del mercado, para hacerlo más productivo, competitivo y mecánico a partir de los discursos de desarrollo y calidad. “La docencia de alguna manera se ha tecnificado, no por cuenta de los agentes individuales, es decir, las y los docentes, sino por cuenta de la necesidad de las instituciones, que se han vuelto aparatos complejos de instrumentación de aprendizajes”, comenta Sergio, otro docente universitario.
Antes de la aparición de la covid-19 ya venía en crisis la labor docente, y en la pandemia les tocó a los profesores adaptarse a un nuevo lugar de trabajo teniendo que resignarse a enseñar detrás de una pantalla donde no sienten el contacto de las y los estudiantes; les tocó subir las revoluciones para aprender todo el tema virtual en tiempo record, estar más vigilados desde la grabación de clases y el reporte de las plataformas sobre sus tiempos. “En la virtualidad, el trabajo aumentó y a pesar de que estábamos en casa, había días donde no me daba tiempo ni de almorzar ni de compartir con mi familia”, menciona Erika, docente universitaria.
Con el retorno a la presencialidad en las universidades, el tiempo no mermó; siguió igual y hasta aumentó, pues la virtualidad no se desligó del o la docente, donde tiene que hacer doble trabajo para cumplir con los requerimientos de las instituciones y le toca manejar los cursos de manera presencial y virtual. “En el retorno a la presencialidad el trabajo no mermó, al contrario, seguimos con el doble trabajo, sumando a esto el recorte de la planta docente que hizo la mayoría de instituciones. Nos dan más responsabilidades y continuamos con el mismo salario”, dice Juan, docente universitario.
La y el docente por más que se quiera desahogar o protestar le queda muy complejo que se escuche su voz, pues en medio de la crisis económica que presenta el país y el mundo, tiene unas condiciones laborales precarias y también está obligada y obligado a tener varios trabajos que le generan más esclavitud, y esto porque no sabe si al final de cada contracto continuará laborando.
Su vida está llena de incertidumbres más que de tranquilidad. Por esto, está obligado a hacer horas extras, a competir desde su individualidad para lograr el cumplimiento y mantener el puesto de trabajo, viviendo para el trabajo y no trabajando para él. Así cae en una alienación que limita su vida, su pausar, su imaginación, su creatividad, que le impide pensar un mundo distinto, tener una postura crítica y política de las situaciones sociales. Situación que genera en la y el docente incertidumbre, desprestigio y pérdida del respeto.
Muy precisa la descripción de esta labor que se ha vuelto ingrata y agobiante. El sistema de la educación superior (¿?) se desnudó y mostró que solo está para funcionarle al capital y sacar «productos» (los estudiantes, que ahora son clientes) y todo a costa del trabajo de los docentes y del personal administrativo, escudándose en la perorata de la calidad, la cual no aparece por ninguna parte.
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