El teletrabajo sin matices

Suena la alarma, otro día de teletrabajo: levántate, báñate, come, enciende el pc, trabaja, trabaja, come, trabaja, trabaja, apaga el pc, come y acuéstate…

Por: Jhon Mario Marín Dávila

Ilustración tomada de Shutterstock.com

Doy clic en inicio y opción apagar computador, la espalda se alegra porque llega el momento de descanso luego de un día de teletrabajo; tengo hambre, miro la hora y faltan 15 minutos para las 8 de la noche, pienso, qué tarde es y en voz baja me pregunto ¿mis días laborales no terminaban a las 6? Con este cuestionamiento camino y entro a la cocina, el cuerpo me pesa y con pereza de hacer comida me sirvo cereales con un poco de leche para embolatar la tripa y poder dormir bien.

Estoy terminando de comer el cereal y suena mi celular, en la pantalla aparece JEFE. Digo para mis adentros qué querrá, si no estoy en jornada laboral. Contesto y él con un genérico saludo dice: hola, necesito que mañana al medio día envíes un informe de la última reunión, voy a replicarle y antes de salir mi primera palabra, el celular ya sonaba pi, pi, pi. Entonces me doy cuenta de que me había colgado sin despedirse.

Ahora sí iré a descansar. Antes de entrar a la pieza mi hermana me dice:

  • Estás todo el día en la casa y no eres capaz de jugar un rato conmigo.

Más al fondo se escucha la voz de mi papá:

  • No eres capaz de hacerme un favor en todo el día.

Y luego mi mamá:

  • Ya no nos voltea ni a mirar, para todo saca una excusa de que tiene mucho trabajo _ y termina con firmeza: – ¿acaso no tienes más tiempo para estar con nosotras trabajando en casa?

Con angustia me pregunto si será que se pusieron de acuerdo para expresarme sus sentires.

No sé qué responder, mejor callo y voy a mi pieza, me cambio de ropa y me acuesto; agarro el celular para programar la alarma con el fin de levantarme a las 5 a.m. para que me pueda alcanzarme el tiempo y estar a las 6 haciendo el informe que me pidió el jefe. Para mi sorpresa son casi las 10 de la noche y llega un mensaje al grupo de WhatsApp de la empresa que dice: colaboradores, ustedes son el motor de la empresa, los sacrificios de hoy son la recompensa de mañana.

De inmediato pienso que más que sacrificios son horas extras no pagas, mismo salario con más gastos en el hogar, menos tiempo para la vida propia y más para la producción de la empresa, problemas con mi familia porque piensan que yo estoy libre siempre. Con un tono de rabia termino diciéndome: aguanto todo esto puesto que tengo necesidades, deudas y si no consigo dinero moriré de hambre y en la miseria.

Luego de mirar el WhatsApp y activar la alarma me dispongo a dormir. Empiezo a soñar que estoy trabajando en el computador, con más de 24 mensajes de WhatsApp y no de seres queridos, sino del trabajo, con ganas de compartir con otras personas u otros espacios, pero la carga laboral no me deja. Me invade un desespero al punto que golpeo el pc y al golpearlo despierto con el corazon agitado. Digo, menos mal era solo un sueño, seguiré durmiendo. Pero antes de que cierre los ojos suena la alarma y maldigo no poder descansar más.

Me levanto de la cama, pongo a hervir el agua de panela mientras me voy a bañar; no me puedo bañar a mi tiempo y disfrutar el bañarme como antaño, vivir esto me hace sumergirme en una nostalgia. Salgo del baño, me visto con la ropa que solía trabajar, no es que sea obligatorio, sino que mi cuerpo se siente como en el trabajo y no en casa. Enciendo el computador para que cargue mientras desayuno, consumo el agua de panela con un pan, pues hacer huevo me demoraría unos minutos más que puedo utilizar para terminar el informe.

Me siento en el lugar de trabajo que adapté en mi pieza, y el computador se demora unos minutos en cargar; desde ya me empiezo a estresar, respiro profundo para no manotear de la rabia. Cuando por fin carga procedo a realizar el informe; alrededor de las 10 de la mañana recibo una llamada del jefe, no me da ni los buenos días, sino que va al grano:

  • ¿Cómo vas con el informe?

Le digo que bien, aunque en realidad creo que no me dará el tiempo y esto aumenta mi estrés. Cuando me cuelga respiro y vuelvo a concentrarme.

Acabo el informe, miro el reloj y faltan 5 para las 12:00, lo envío y me alegro por cumplir con esta labor. Pero de repente me doy cuenta de que la mañana avanzó y tengo acumuladas varias actividades del día. De la alegría vuelvo al estrés, ni hambre siento puesto que debo cumplir al finalizar la jornada con ciertas actividades.

El cansancio me invade y logro dominarlo concentrándome en cumplir mis tareas. De un momento a otro mi madre toca la puerta, del susto brinco de la silla, me mira con seriedad y dice:

  • Hace 2 horas está servido el almuerzo y la comida no es para botar.

Miro el reloj y faltan 8 minutos para las 3 de la tarde.

Tras ver la mirada de mi mamá me toca frenar las labores. Me dirijo al comedor, que se encuentra solo, empiezo a comer y todo está frío, el sabor de la comida recién hecha se ha esfumado, como rápido ya que no puedo perder tiempo. Las 3:10 y estoy de nuevo en el computador.

Continúa el día y falta 10 para las 4, el celular suena, me recuerda la reunión virtual. Entro y el computador se pone más lento, digo para mis adentros: ¡ojalá no me falle el internet! Inicia la reunión y dan indicaciones, el orden del día y a los minutos me ceden la palabra, empiezo a hablar y me frena una voz delicada comentando:

  • No tienes el micrófono prendido.

Todas y todos se ríen, me invade la vergüenza, aunque me esfuerzo por no apenarme.

Se acaba la reunión y son las 6:30 de la noche. Qué cansancio, digo en voz alta, pero aun me falta una última actividad para ponerme al día y no tener cargas ni presiones. Faltando 15 para las 8 cuando termino, de inmediato y con emoción doy clic en inicio y opción apagar computador.

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