De la promesa politiquera a la resistencia activa en Abriaquí

Imagen de referencia

Por Luz Celina Alcaraz

Es todo un goce montarse en la chiva en horas de la madrugada, con frío agradable y motivador, para trasegar el paisaje matutino con despunte de sol y asomo del Cerro Plateado que, con su esplendor, nos acompaña hasta encontrarnos con su hermano El Morrogacho –centinela de nuestro terruño abriaquiseño–. Dormido y frío cual saurio, este morro se despierta calientito con los nacientes rayos.

Aquella vez, hace más de diez años, después de viajar 40 minutos, nos adentramos en una parcela con vegetación exuberante y placidez de campo. Todo alrededor invitaba al disfrute, al encuentro después de tantos años de habernos ido en busca de futuros más promisorios.

¿Dónde está el agua?

Deslumbrados con el ambiente y arropados con el ánimo de campesinos, empezamos a conseguir leña para el fogón y a hacer el almuerzo del reencuentro… Pero algo pasaba, no había agua. Los varones tendrían que ir “a traer el agua” desde un pozo de una laguna lejana.

La instalación era tosca: en la punta de la manguera se amarraba un tarro o un recipiente de plástico, al que se le hacen unos roticos, y todo ello funge como filtro-desarenador del agua. La manguera va dentro del pozo para la captación. Llega hasta la vivienda sostenida aéreamente o enterrada por los potreros. Hay circunstancias en que se sale del pozo o de la quebrada por crecientes y se tapona con residuos y sedimentos; las gentes de malas mañas u ociosas la cortan, la quitan, o simplemente se la roban. El agua esperada, entonces, no llega. En nuestro caso, había quedado por fuera, con el filtro apachurrado por el ganado vecino.

Era común y corriente que el agua de uso doméstico llegara con trazas de tierra, o como lo llaman nuestros campesinos, de “capa rosa”, dándole un color achocolatado turbio. Entonces se depositaba en las ollas y se dejaba decantar para botar después la tierra.

Una tierra tan hermosa, con tremendo potencial agropecuario, con una generación joven y viejos patriarcas ahítos de sabiduría, requería de agua potable, pues su falta se evidenciaba en enfermedades infantiles por doquier. El clamor por un acueducto nunca fue escuchado. ¡Algo había que hacer!

El acueducto, la joya de la corona

Se acercaba la elección de alcaldes. Uno de los candidatos en campaña prometió: “Construiré el acueducto en la vereda y esa será la joya de la corona de mi administración”. La mayoría le dio el voto y salió electo. Había que vigilar y exigir que cumpliera su promesa estrella. Algunos respiraron gozosamente, por fin tendríamos agua limpia.

La Acción Comunal organizó a sus asociados. Participábamos en los eventos que organizaba el municipio; nos hacíamos ver en lo cultural, en las festividades, en los programas agrícolas, en las programaciones de salud, en las reuniones de informes administrativos. Hicimos consignar en el Plan de Desarrollo Municipal el proyecto de acueducto para la vereda.

Tres años y nada de aquello

El tiempo trascurría. Indagábamos persistentemente por “el proyecto estrella” y las respuestas del alcalde o de la jefa de planeación siempre eran repetitivas:

– ¡Ya se presentó el proyecto del acueducto, va marchando!

Días después, volvimos a preguntar: “¿en qué va lo del acueducto?”

–Ya gestionamos el préstamo ante el IDEA– era su nueva respuesta.

– ¿Cuándo van a empezar el acueducto? – nos volvimos más intensos que un sirirí.

–Ya el IDEA aprobó el préstamo.

Transcurridos 3 años de la nueva Administración, no se empezaba la obra. Sospechamos que nos estaban engañando y decidimos investigar la realidad.

Valor civil para descubrir el engaño

Iniciamos la investigación en la oficina jurídica del Instituto de Desarrollo de Antioquia (IDEA), sobre el préstamo al municipio por 150 millones pesos. Sí, fue aprobado por esa entidad para la construcción del acueducto, pero había caducado. La Administración Municipal no presentó el proyecto del acueducto, y, préstamo sin proyecto, no era viable.

El jefe de la oficina jurídica del IDEA nos animó: “Eso es lo que deben hacer las comunidades, averiguar, no dejarse engañar de estos gobernantes mediocres. ¡Bien hecho en venir!”

Con mucha rabia, continuamos investigando la burla. Presentamos un derecho de petición en la oficina de Servicios Departamentales de Antioquia, con la esperanza de que allí se hubiera llevado este proyecto. La respuesta fue: sí lo presentaron, pero después de estudiarlo, la oficina lo devolvió a la Administración para que corrigieran y completaran 22 falencias que este tenía, pero nunca lo reenviaron corregido. Además, notificaron que nuestro municipio no estaba en el Plan Departamental de Aguas, que era el que promovía los acueductos comunales. Como se dice: ¡tras cotudo, con paperas!

¡A quitarles la máscara!

Envalentonados, nos reunimos con el alcalde y el jefe de planeación y con las pruebas en la mano confrontamos su ineptitud, sus falsedades, su falta de ética, y lo más grave, el engaño a una comunidad campesina que votó por él. Les recordamos y exigimos que se cumpliera con la obra que estaba consignada en el Plan de Desarrollo. No sabían qué hacer. Con miradas cómplices, se tiraban la pelota. Planeación presentó disculpas, reconociendo su falta de gestión. Les sentenciamos: “reuniremos la comunidad para informarle que ustedes se burlaron de sus expectativas, de su derecho a la salud, al agua potable”.

A los pocos días llamó el alcalde: “la única opción que queda para hacer el acueducto es el Plan Carrasquilla”. Se trataba de un endeudamiento privado al que recurrieron 117 municipios por un valor de $441.000 millones, impulsada por Alberto Carrasquilla, actual Minhacienda. En Plan implicaba la compra de bonos de agua a financistas privados por espacio de 19 años para satisfacer necesidades de acueducto y alcantarillado, que con intereses asciende a $1,5 billones para los 117 municipios. Nos dispusimos a convencer al honorable Concejo.

Con movilización a bordo

Nos desplazamos, todos a una, rumbo al pueblo en un vehículo descapotado, llevando la pancarta de la vereda y el ánimo arriba del ¡ahora o nunca! Ese día sesionaba el Concejo. En la entrada empezamos a corear las consignas relacionadas con el acueducto. La gente se arremolinó. Les explicamos y algunos nos apoyaron. Nunca allí habían hecho manifestaciones.

Adentro, argumentamos nuestras razones y logramos la aprobación de la mayoría de los ediles. El acueducto se construyó, con todos los vicios y corrupción que se manejan en estos contratos y con los “bonos Carrasquilla”.

Algunas Administraciones posteriores le echan la culpa del endeudamiento del municipio a nuestra vereda. Nosotros reclamamos el derecho al agua potable. Fue la mediocridad, la falta de gestión y la negligencia de la Administración de marras la causante de la caída del municipio en las garras del hampón Alberto Carrasquilla.

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