Quintero, la universidad no es un campo de batalla

Ilustraciòn: El Jaque del Independiente

Por Jénnifer Giraldo, Melissa Salazar Calle y Valentina Arango Correa.

Desde 2012 no entraban al Campus de la Universidad de Antioquia. El 20 de febrero de 2020 ingresaron y, de nuevo, nos amedrentaron al punto de sacarnos a la fuerza, nos hirieron, gasearon e intimidaron: nuestras vidas estuvieron en peligro.

Era la 01:00 p.m. cuando dieron la orden de evacuación desde la administración. Pasó lo de siempre: se escuchaban ‘papas’, abundaban las fogatas para evitar el efecto de gases lacrimógenos, se preparaban los de Derechos Humanos y nosotras sacamos las pañoletas y el vinagre, porque ya hemos aprendido a prepararnos para cubrir la represión. Notamos más capuchos de lo normal -eran más de 20-, vestían batas de laboratorio, uniformes de seguridad o ropa oscura. Mientras fabricaban ‘papas’ en algún baño, los gases de la tanqueta nueva del Esmad, que eran arrojados como confeti, ensolvaron corredores y bloques.

Nosotras estábamos cerca de un baño al que llegó un grupo de capuchos. Nos pidieron que nos retiráramos. No lo hicimos. Es nuestro espacio, ni ellos ni el Esmad nos pueden imponer el miedo en nuestra universidad. Les abordamos, preguntamos qué pretendían tirando papas, les dijimos que no queríamos poner más muertos, que todo lo que generara violencia era parte del problema. Contestaron, algunos estudiantes escuchaban. ¿Si entra el Esmad, qué van a hacer? les cuestionamos, «Los enfrentamos y estamos dispuestos a morir”, respondió uno de ellos.

Nosotras, amigas, apasionadas por contar la U., documentamos. Como estudiantes no queríamos que entraran los agentes de la fuerza pública. Sentíamos esas historias de intimidación y violencia, que sonaban tan lejanas, como una vivencia vigente y aterradora. Teníamos la historia de lo vivido en el 2012 y la memoria de estudiantes y profesores desaparecidos, asesinados y exiliados. Sin embargo, nos quedamos con más de 200 estudiantes que al unísono cantamos: “Somos más y no tenemos miedo”, llenando la plazoleta y opacando una alarma que, para ese momento, sonaba sin interrumpir.

El helicóptero sobrevolaba la U. con la amenaza de que a las 03:00 p.m. se activaría el «Protocolo». Para ese momento, el enfrentamiento continuaba. Eran casi las 4:00 p.m. cuando la retirada de los capuchos fue anunciada con la explosión sucesiva de las papas que les quedaban. Unas compañeras gritaron: “váyanse para la biblioteca que ya se metieron”. Nos agrupamos, buscamos la multitud y nos paramos en la fuente, frente al Teatro Popular Camilo Torres, con la impotencia de ver a un escuadrón negro, que en cuestión de minutos nos dispersó dentro del Campus.

Nos quedaron algunas imágenes: que una amiga se quedó sola adentro, que al compa le hirieron una pierna, que una mujer convulsionaba, que otra se desplomó, que la gente gritaba, lloraba. Que unos abrieron una urna que reposa al lado de la fuente con botellas pero que el estallido de una botella no ayudaba para enfrentarse a un escuadrón armado. Que el Esmad y la Policía nos rodearon, y volver a unirnos fue casi una odisea.

***

Según el Protocolo de Reacción contra Explosivos en Universidades, firmado por el alcalde Daniel Quintero el 10 de febrero de 2020 y que no es más que un comunicado, la Fuerza Pública debía ingresar con equipos antiexplosivos y no el Esmad. “El equipo antiexplosivos no está preparado para confrontación directa”, dijo Quintero, después del comunicado. Hicieron uso indiscriminado de su fuerza, atacaron estudiantes que no tenían forma de defenderse, sin presencia de encapuchados y sin detonaciones al interior del campus. Los equipos antiexplosivos ingresaron más tarde.

En rueda de prensa, Quintero afirmó que “ningún estudiante salió lesionado después de este procedimiento”. Según el Proceso Social de Garantías, sí hubo 4 detenidos que fueron liberados, y 4 heridos (2 estudiantes y 2 policías). En esa misma intervención sostuvo que mantendrán esa línea roja que han declarado, pero no encontraron explosivos, su “protocolo” fue inútil, solo generó pánico colectivo, desconfianza hacia su administración y una posible radicalización de los grupos clandestinos que hacen uso de acción violenta para protestar. Sí, Quintero, el mismo independiente, el alternativo, el egresado de la UdeA, el de “la esperanza derrotó al miedo”, el que con ese discurso se ganó la confianza y los votos de muchos estudiantes. Desde que anunció esa locura supimos que nada bueno se venía.

Se nota que el alcalde no nos escuchó ni tiene intenciones de hacerlo. No reconoce que la universidad ha sido receptora de acciones violentas por parte del Estado; que las ideas de los encapuchados están motivadas por la injusticia, la inequidad, la violencia de nuestro país. No justificamos la forma de actuar de estos grupos clandestinos, pero sabemos que no podemos acabarla por su misma vía.

Al día siguiente (el 21F) cerraron el campus, nos trasladamos hasta la sede de Salud Pública con la Asamblea de Estudiantes, que decidió entrar en paro hasta que eliminen el “protocolo” y declaró a Quintero persona no grata en la U de A.

*** Nos encontrábamos al final del 20F, el Metro estaba cerrado al igual que el 21N. Sin transporte, ya éramos pocas y a la deriva. Estábamos en una acera rodeadas de Esmad, pasaron en fila a nuestro lado, se chocaron las manos y se tomaron fotos. Un estudiante les preguntó, señalando sus armas, si con esa misma mataron a Dylan y un agente respondió: “No, con otra”. Nos miramos y entendimos que, mientras unos salen dispuestos a morir, otros lo hacen con la voluntad de matar.

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