
¡Hermano campesino
pequeño dios agrario
corazón de montaña!…
Esa mirada absorta,
melancólica,
inmensamente triste
¿qué busca en la distancia?
Dime, pequeño niño,
diminuta semilla de la patria,
¿qué avizoran tus sueños,
tu mirada,
tus pies descalzos,
tu parcela agraria,
tu casita de campo
perdida en la enramada,
y esa sonrisa opaca
que parece una lágrima?
Tus cabellos al viento,
tu gorra rota,
tu mochila vieja,
y esa mulera anciana
(herencia abuela),
¿si abrigarán tu alma?…
Cuando alcance el salario
de tu padre, unido al tuyo,
para colgar
sobre tu hombro niño
apenas sí cubierto
por hilachas
ese pequeño radio
donde escuches
el repetido verso
de la reforma agraria,
¡sabrás qué es lo que busca
tu mirada
perdida en la distancia:
el cordón de miseria citadíno
es decir: de la nada
a la nada!
Hermano campesino,
tímida voz de azúcar,
verde-azul esmeralda
perdida entre la abulia
de los que te proyectan
y te marcan,
¿hasta cuándo van a dejarte
con todo el oro
del paisaje
pero sin tiza
y sin pizarra?
¿Con todo el aire puro,
pero sin luz
y sin el agua?
con toda la armonía
de las aves,
¿pero sin ciencia
agropecuaria?
con todos los luceros
velándote el descanso
¿pero sin tierra
de labranza?…
Cuando despiertas
por el alba,
con el hambre
mordiéndote las carnes
y la comida escasa,
¿no piensas, mi pequeño,
que el ángel de la guarda
se te quedó dormido
en una nube blanca?
Hermano campesino
niño de los geranios,
remiendo de una patria
atormentada
por oscuros sicarios
¿cuándo veremos
nuestra patria limpia
de malezas humanas?
¿cuándo la paz que anuncian
y proclaman
será una realidad
no una esperanza?…
Hermano campesino,
niño de los trigales,
alumno de la hormiga
y las abejas,
enséñale al doctor,
que te acaricia
en las preelectorales
cómo se distribuyen
las semillas,
las tierras, las cosechas,
las oportunidades,
las promesas…
Dile, con tu rural
geometría,
cómo hacemos la patria.
Vente conmigo
a mi país de ensueños;
te daré una esmeralda
de paciencia
pero un grito tan alto
que vibre al ritmo
de los cuatro elementos
y vuelve
transformado en semilla,
sobre el viento
a los estadios de tu patria
donde hombres
insaciables
te dejaron sin tierra
de labranza.
¡Niño rural de América,
flor silvestre
del campo colombiano
incógnita que avanza.
Un día, quizá un día,
todo será verdor
trigo, bonanza!…
Pero antes
es preciso que los niños
del campo griten
con un grito muy alto,
que somos muchos, muchos…
que el mundo
es una granja de esperanzas.
¡Y tú, pequeño niño,
hermano campesino,
corazón de montaña,
eres el pulso herido
de la patria!
(1979)
Mara Agudelo. Toledo, Antioquia, 1931.
La poesía de Mara Agudelo se abre al mundo con una mirada caleidoscópica en la que fungen el sentir histórico, los conflictos sociales, el amor, la celebración de la vida y la esperanza. Sus versos comulgan con la entraña de los pueblos y sus forjadores: indígenas, afros, campesinos, obreros, maestros… Hombres y mujeres alimentando la poética de la vida en el fragor de la lucha por la existencia.
La sensibilidad y la voz de Mara siguen el torrente por el que fluye la cotidianidad de los desposeídos, con sus quejas y pesares, con los sueños más sublimes, el llanto y el grito y la esperanza; son oficio necesario para mirarnos en el espejo de la patria que sufrimos, que reclamamos y soñamos.
El poema Corazón de montaña hace parte del libro Clamores al atardecer (2018), obra que reune su poesía social.
Muy bello, propicio en estos tiempos de siempre. Así es la palabra y la voz de la poeta Mara Agudelo. Perenne lumbre en la oscurana. Muchas gracias a elcolectivo.
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La verdad es una poesía de gran admiración porque es una realidad del país donde vivio ese poeta y es similar al de mi país
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