Atropello de la urbanizadora Norteamérica en el Quitasol de Bello

Urb.Norteamérica-B&N
Foto: Rafael Dávila Giraldo

Por Rafael Dávila Giraldo

El Cerro Quitasol es uno de los más importantes del Valle del Aburrá. Su hermosa vista lo hizo merecedor de una de las fiestas anuales más significativas del municipio de Bello: «Las fiestas del Cerro Quitasol». Este tiene en su seno el camino indígena –camino de piedra– de la Comunidad Cacique Niquía, antigua civilización que conocía el arte de la ingeniería. A su costado, en la zona nororiental, se empotró, como un cáncer, la urbanización Norteamérica que cambió todo el devenir del Cerro y de sus moradores.

Todo cambió para mal Consuelo, mujer de figura mediana, elegante y de buena presencia, llegó a una de las reuniones que realizan cotidianamente los Comités Barriales de Bello, en el restaurante del parque principal conocido como Pachamama. Iba acompañada de las representantes de dos Juntas de Acción Comunal, Natalia y Carolina, para manifestar su descontento por las afectaciones que la comunidad ha recibido de manos del proyecto habitacional Norteamérica.

“Buenas noches”, saludó, rompiendo el hielo y las expectativas que se generan en todas la reuniones relacionadas con las problemáticas sociales. “Primero que hablen ellas, las representantes de La Navarra y Guasimalito, que yo más adelante expondré la gravedad de mi caso”, dijo apaciblemente.

Natalia, entrando directamente en el tema, comentó: “Gracias por escuchar todo lo relacionado con los problemas que nos viene dejando esta construcción a los habitantes de
estas dos comunidades. En los alrededores de La Navarra nos estamos quedando sin zonas verdes, pues ya todo está encerrado. Anteriormente, el vecindario se recreaba en familia, ahora vemos cómo las quebradas se han ido secando y las que quedan están contaminadas; el agua es muy sucia, por la polución que genera la tierra que cae de la parte alta a nuestro sector. A veces creemos que el morro se va a venir encima».

Agregó que ha sido infructuoso denunciar todo ello en diferentes entidades ambientales y en el municipio. Aseguró que están recogiendo firmas y haciendo reuniones para ver hasta dónde llegan, y llamó a la solidaridad con ellos y con el barrio Guasimalito, otro de los afectados.

En medio de anécdotas y nostalgias se escuchó la voz entrecortada de la vocera de Guasimalito, Carolina, quien primero hizo una breve descripción de lo que hace muchos años fue su vereda, hoy convertida en un agrandado barrio popular de la ciudad de Bello, a un lado de la autopista norte: “Nuestra comunidad es el legado de los abuelos y otros antepasados, quienes nos enseñaron a vivir y a trabajar colectivamente, a estar unidos y de esta manera y de esta manera tratamos de seguir trasmitiendo dicho ejemplo a nuestros hijos. De este sector es muy difícil que alguien se vaya, por el contrario llegan permanentemente familiares o conocidos para establecerse como nuevos vecinos».

Aclaró con vehemencia que todo el sector, y lo que allí existe, es el fruto del trabajo comunitario, pues casi todo es el resultado de convites: la escuela, la parroquia y las casas mismas. Pero, y con indignación, afirmó que «esa tal urbanización para ricos nos está robando el agua que hace tiempo canalizamos para el abastecimiento de nuestras familias, pues allá no llegan las empresas públicas a prestar el servicio».

Para evitar ir con las ollas, baldes y lavar la ropa en las quebradas se construyó un tanque comunitario. Ahora están desviando las aguas para prestarle el servicio a Norteamérica. Y «¿La comunidad qué…? -preguntó Carolina- ¿Qué nos jodamos? No podemos pasear por la parte alta y zonas verdes del sector, pues la tienen encerrada, y fuera de eso nos perjudican por falta de agua. Esto es el colmo… ¡Lo ancho pa’ellos y lo angosto pa´uno!».

Acciones emprendidas

La comunidad ha puesto sinnúmero de quejas en la alcaldía, en EPM (Empresas Públicas de
Medellín) y en oficinas relacionadas con esta problemática, pero sin respuesta alguna que la satisfaga. La única «solución» presentada, como sacada de la manga, dice Carolina, es que «EPM nos instale redes en cada casa con contadores que nunca pusieron antes, para quitarnos el agua comunitaria y de esa manera beneficiar a los constructores de esa urbanización. Ese es el tal progreso que nos deja miserables a la mayoría».

Cuando Natalia y Carolina terminaron, Consuelo invitó a los asistentes para que la visitaran en su casa y vieran personalmente la problemática. «Hacemos un buen almuerzo para que se enteren de la situación que se vive en nuestro vecindario y sean testigos directos».

La inspección ocular

Llegó el domingo indicado. En ese día los rayos del sol caían como lanzas. Un cielo brillante, los ciclistas, la autopista y los vehículos daban figura al paisaje mañanero y al sitio de encuentro acordado; doce visitantes viajamos en dos vehículos hasta la vivienda.

Lo primero que admiramos fue la casafinca construida en tapia, madera, bloques y adobes, y su entorno de animales, huertas y flores. Al son del tinto empezamos el conversatorio. Consuelo habló sin disimular su emoción: «Bueno queridos amigos. Vieron cómo la administración de esa urbanización impide el paso por una vía pública, la misma que hizo EPM durante las obras de la represa Río Grande II. Cada que alguien de la vereda viene en carro, a caballo o simplemente quiere pasar a pie por allí, tiene que dar muchas explicaciones. He puesto muchas quejas, todas documentadas. No descansaré hasta que reconozcan todos nuestros derechos de locomoción».

El suculento sancocho avanzó en su sazón, en medio de la llama de un fogón natural propio del recinto, gracias a la magia de una vecina y otros voluntarios. Se decantaron los comentarios y las propuestas de cómo emprender acciones reivindicativas de respeto a la dignidad de los ciudadanos que no buscan camorra, pero que tienen que defenderse de los camorreros y ambiciosos empresarios del despojo.

Muy bueno el plato de sancocho y amargos e irritantes los golpes contra el Cerro Quitasol y
sus lugareños legítimos.

De regreso, Felipe, el poeta repentista del grupo, manifestó con ira lírica llevando su mano
temblorosa a la visera de su cachucha: “¡Los del poder son desalmados/ esto no solo sucede
aquí/ no nos crucemos de brazos/ no hay por qué seguir así”!

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