Por Camila Botero Cardozo

Todo empezó hace varios años, en Dosquebradas, municipio del departamento de Risaralda. Convergieron en una reunión de acueductos comunitarios algunas personas vinculadas con la Universidad Tecnológica de Pereira y las comunidades. Para ese entonces, 2008, el programa del gobierno Familias en Acción funcionaba en los barrios y la lideresa del acueducto de Comuneros, barrio de Dosquebradas, pidió ayuda a estos profesionales para que fueran a darles talleres a las mujeres de la zona que asistían al programa.
Muchas mujeres asistieron a estos, pero a medida que pasó el tiempo algunas se fueron yendo y no regresaron. Sin embargo, algo quedó, la semilla, el crisol incipiente de un proyecto de trabajo. Para 2009, luego de hacer algunos talleres y ya sin la financiación de Familias en Acción, había un grupo constituido de mujeres que quería seguir. Este grupo creó, en Comuneros, un barrio humilde de la periferia municipal, en el año 2010, la Asociación Tejiendo Sueños. Esta es su historia:
Su nombre fue una construcción colectiva a la que las mujeres llegaron luego de darse cuenta de que “nosotras tejemos, y tejemos sueños, porque la idea es cambiar muchas cosas, ayudarle al barrio, que no solo pensemos en dinero, sino en la solidaridad, en compartir con las futuras generaciones. Entonces sí, tejemos sueños”. Así lo plantea Francinet, su presidenta.
El objetivo principal es aprender de manera conjunta diversas técnicas artesanales que ayuden a la economía de los hogares. Así, por medio de las personas vinculadas con la Universidad, pudieron tener varios profesores que las instruyeron en diferentes cosas: bordado en cintas, chaquiras, manillas de chaquiras, collares, macramé para hacer bolsos y correas, croché (bolsos, monederos), fique y trabajo con ropa reutilizable, bolsos para el mercado. Esto, “con el fin de economizar la compra de bolsos, y que se vean bonitos para sacarlos a la calle”, cuenta Francinet.
Según ella, su objetivo, además de aprender a hacer artesanías, es “producir, innovar, además de aprender cosas que sirvan para ganar independencia y no depender de un empleo. Nosotras mismas poder sacar nuestros productos y venderlos”. La comercialización de estos productos también hace parte de la cotidianidad de estas mujeres. Con el paso de los años, se han ganado un lugar en el Mercado Agroecológico de la Universidad Tecnológica de Pereira y han estado en algunas ferias artesanales con su propio puesto. Además, algunos de los profesores y personas que acompañan a la comunidad, hacen el trabajo de comercialización con amigos y algunas otras organizaciones.
También han ido creando en el barrio la cultura de los mercados de pulgas. La ropa que, a través de la solidaridad de otras personas, les llega, la venden a precios económicos a la gente de la comunidad. En esos días, Tejiendo Sueños hace algo de comer, también para vender, productos como papas rellenas o empanadas, que son las favoritas del barrio.
Otro de los objetivos de la Asociación, además de aprender y ayudar a mejorar la economía de sus hogares, es dejarle algo a la comunidad: “Hemos hecho muchas cosas, como la creación del grupo ecológico de los niños. Los muchachos de la Universidad vinieron con este proyecto y con la ayuda de nosotras, para llevarlos a la microcuenca de la quebrada Frailes, salió algo muy bonito. Con el apoyo de la Asociación, el dinero que hemos ido recogiendo se va quedando en un fondo, y cada año miramos qué hacer. Una vez fuimos a Buga, a conocer otra Asociación: le colaboramos, le compramos los productos, pasamos un rato agradable, y llevamos los niños del grupo ambientalista”.
Sin embargo, estas mujeres identifican algunos problemas para trabajar en Comuneros. Doña Ligia, también integrante de Tejiendo Sueños, plantea que es muy difícil trabajar en el barrio porque “hay mucha drogadicción, la gente es muy vulnerable”. Con la Asociación han tratado de trabajar estos temas de tipo social, incluidos los temas de sexualidad, pero la gente no asiste, sobre todo, cuando se trata este último tema; lo que argumentan es que esos talleres alientan a los jóvenes a tener relaciones sexuales.
Para Francinet, esto es también un problema de la cultura. “En el barrio ya hay una mentalidad de, digamos, politiquería, pues siempre que se va a hacer una actividad, tiene que haber un sancocho o repartirse algo para que la gente vaya”. Con la Asociación no puede ser así. Por ejemplo, ha venido conmemorando el Día Internacional de la Mujer con obras de teatro y actos culturales, “pero no va mucha gente porque como no se reparte nada; no ve importante culturizarse o aprender, saber por qué se conmemora ese día”.
En la actualidad, Tejiendo Sueños cuenta con cinco integrantes permanentes que mes a mes se reúnen para planear las actividades y seguir trabajando en la comunidad. Algunas otras integrantes “satélites”, como las llama Francinet, a veces participan en los eventos convocados.
En estos seis años la Asociación ha tenido variados altibajos: algunas socias han renunciado porque no hay dinero inmediato o porque las cosas van a paso lento. Pero estas mujeres no pierden la esperanza de que les funcione su proyecto. Francinet dice: “He aprendido, para la vida, a relacionarme con otras personas, a conocer otros proyectos y sueños. Yo siempre he creído en la Asociación; a veces hay diferencias, pero esto es de tocar puertas, de estar ahí, de seguir… Con los años es que uno va viendo los resultados”.